2 jun 2013

Bonito

   Nadie en esa casa debía percatarse de que los sucesos que ellos consideraban que estaban fuera de lugar, como lo del fuerte ladrido que parecía provenir de la lavadora de 3:30 a 5:51 de la mañana de cada noche, habiéndola tocado nadie, no tenían nada que ver con temas esotéricos ni oscuros ni nada parecido. Como si hiciera falta comprobar noche tras noche que dentro de la lavadora no hubiera ningún perro, algo lógico en parte, (¿un perro?); a pesar de que el ladrido sonaba claramente desde algún punto de fuera y cerca del electrodoméstico, como por ejemplo el botón para accionar el lavado rápido, y no desde dentro del aparato. Esos ruidos que volvían bien loca a la familia y ya desquiciaban y hacían llorar a la bebé muy fuerte, incluso más que los propios ladridos, era imposible que los provocara un vecino cercano porque para empezar una persona no ladra y para terminar sonaban dentro de esa casa, como ya he dicho, con el reverb perteneciente a su cocina, entre esas cuatro paredes, por la noche. Esto hacía llorar incluso al padre.
   La que no lloraba era el hijo mayor porque era un niño. Él había provocado, durante esas dos semanas de terror nocturno, que al despertarse un buen día y en el lugar donde debía estar la lavadora (que ya no hay) hubiera un perro esperándole, un precioso dálmata verde de dos metros con manchas rosas, con un collar y un nombre escrito, “Bonito”: justo el nombre, la raza y apariencia que el perro que él llevaba quince días deseando tener. La madre, del susto, tuvo una crisis nerviosa durante tres días seguidos.

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