13 dic 2013

Cristal poco atravesable

Un señor de a lo mejor setenta años, vestido como un señor de setenta años pero con la cara manchada de azul turquese, frente a un escaparate de una tienda de juguetes. Centra toda su atención en un precioso tren en marcha con sus raíles, sus bosques y sus ríos falsos y sus cosas. Melancólico, mordiéndose el labio. Cada tanto alarga la mano para tocar el tren pero se choca fuertemente contra el cristal.

—La obviedad es tan dura. Literalmente.

Viene una señora de cuarenta máximo.

—Sangra.
—Si me ve entusiasmado es porque lo estoy. Fuérase.
—Toda esa sangre del suelo es suya —señala la sangre—. Si no quiere que llame a emergencias o a otro sitio, le recomiendo que pare inmediatamente.
—Pero ese tren tiene que ser mío.
—¡Puede serlo! Pero debe obtenerlo por las vías lógicas.
—Señorita... ¡yo soy cuantístico! —apretando los dientes y el alma— No me sirve la lógica.
—Demuestra tozudez.
—Estoy sintiéndome mareado.
—Normal.