9 dic 2017

Buen y opaco árbol


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Agresividad: 82% decreciendo, aunque muy alta.
Compasión: 3% ¿por qué iba a tenerla
Botas de lluvia: no
Hambre: el resto del porcentaje hasta llegar a 100.

   Combinada de esta manera y rodeada de varios tonos de verdes oscuros y marrones, por lo de que estaba en un bosque, caminaba a la velocidad y destino que ella quisiera. Variando incluso ambos parámetros aunque siempre con respeto. Hoy ella era su propio ella. Siempre caminando y siempre mojada.

   Debía estar en su puesto de trabajo en el momento en el que este relato tiene lugar, en cambio estaba como dije antes, y yo no repito, en el conjunto de árboles 2 separada lo máximo posible de cualquier contacto humano. Ella hoy allí, y no aquí. Sus compañeros de trabajo se preguntaban muchas cosas. Se permitía tocar la naturaleza con sus manos intentando no modificarla demasiado. Siempre caminando y todavía mojada.

   Tan fuerte era su deseo de no ver a ninguna persona en ese instante que, aun eso no sucediendo ya que otro carácter humano femenino caminaba hacia su dirección y exactamente a su misma velocidad (¿coincidencia?), un árbol con una buena densidad y materia justo en medio de las dos impedía en todo momento que sus miradas se cruzasen e incluso que llegasen a percibirse. El espacio en el que compartían terreno de bosque quizá fuesen seis metros y medio, recorridos en, quizá también, 23 segundos. Ambas, después de ese tiempo, pararon y miraron hacia atrás por dos motivos completamente diferentes: una había escuchado un ruido y la otra había escuchado un rumor. Incluso en ese momento y ya separadas entre sí ahora otra vez seis metros y medio, Nuestra Protagonista pudo siquiera percatarse de que otra persona con funciones motoras idénticas había compartido bosque en ese momento con ella.
Agresividad: 83%

25 mar 2017

Rosa Verde

Capítulo uno.

   Rosa Verde es una señora de sesenta y pocos años, pelo largo o pelo corto, da igual; estatura normal. De profesión es escritora, o al menos así se consideraba ella misma hasta que su hijo mayor, cineasta, capricornio y homosexual, adaptó a la gran pantalla hace dos años su novela hasta ahora más antigua, banal o comercial: Hacia acuario. Rosa desde entonces duerme regular tirando a mal y no precisamente porque no le haya gustado la adaptación. De todas formas tampoco era su mejor libro...

   Desde el momento en el que esta pobre mujer se planteó escribir la segunda parte de Hacia acuario hasta que realmente empezó a esbozar las primeras líneas pasaron algo más de tres minutos, de un nueve de febrero del año que a ti más te guste, por la mañana tempranísimo, incluso podría considerarse madrugada. Casualmente dos noches atrás la adaptación de Hacia acuario se había llevado dos premios Goya: mejor guion y mejor edición. Rosa no se sentía ni presionada ni lúcida, simplemente quería escribir e iba a hacerlo. 

   El personaje principal de esta novela debería llamarse Mónica, su apariencia debería ser humana y su sexo, femenino.

21 mar 2017

Ménica

Capítulo Cero.
   Llevaba tiempo intentando existir, sin éxito. Tiempo en el que contemporáneamente a sus también constantes fracasos en el ámbito de la natación completaba, irónicamente e ignorándolo, la decimo tercera cosa que empezaba y no acababa en esa semana, como siempre. Y el trece es el peor número. Pero claro, existir requiere un poco más de práctica... más que la natación, me refiero.

El personaje en cuestión debería llamarsé Mónica, su apariencia debería ser humana y su sexo, femenino. Pero nada de eso estaba teniendo lugar en el vasto o infinito mundo de la imaginación de su Creadora. Lo que sí estaba ocurriendo sin embargo era Ménica, una muguer de doscientos trece años, en una playa imposible de agua templada, tranquila y verde. Todo está muy nublado y de colores apagados. Por lo que sea Ménica vestía algo parecido a un body de lycra con estampado de jirafa (a La Creadora le gustaban las jirafas, intuímos). Le quedaba bien, por supuesto, pero no representa lo que debía representar. Ménica no puede escapar de allí por mucho que quiera. 

Los dos años que lleva en la playa verde le habían servido para:

1. Plantearse su vida desde una óptica un poco más ridícula y sin expectativas. Sin presiones de ningún tipo.
2. No comer. Lleva exactamente dos años sin comer y no le ha extrañado lo más mínimo por qué puede seguir poniéndose de pie.
3. Cazar de puta madre.