30 dic 2015

Virgo Supercluster


Una conversación telefónica entre una chica y un chico.

Por favor, no haga otra vez eso con su teléfono. Necesito comunicarme con usted urgentemente.
– Si te he colgado es porque no puedo hablar ahora, Yolanda. Ve al grano por favor.
Yo le amo pero lo que está haciendo conmigo es horrible. Lo que está haciendo conmigo es peor que asesinar una persona o varias.
– Lo siento si te he ofendido antes o algo, pero tú también puedes acabar ya con estas bromas sin gracia. Y no puedes amarme, nos conocimos anoche.
Bueno, para mí no son bromas, ¿de acuerdo? Ni para mi gente. Y estoy... estoy embarazada, ¿sabe? Noto cómo está creciendo algo en mi vientre.
– Déjalo ya, en serio. Voy a colgar.
Señor, quiero que sepa que dispongo de un útero y anoche tuvo acceso a él. Lo rellenó con su secreción y hemos creado vida. Usted y yo. No se sorprenda.
– No puedo hablar contigo si sigues con estas mierdas. Me arrepiento profundamente de haberme acostado contigo. Mira, nos lo pasamos muy bien anoche, porque es verdad; pero no voy a volver a verte nunca más. ¿Tú eso lo entiendes?
Vale, no estoy embarazada, pero podría haberlo estado. Y lo que está haciendo con sus palabras ahora mismo es peor que si me hubiera arrancado el feto de mi vientre con sus manos desnudas, lo hubiera comido crudo, digerido y luego defecado en una cuna metafórica. Es usted un monstruo. Y si vuelve a mencionar con tono sarcástico o incluso jocoso mis orígenes voy a tener que romperle su pene, así no podrá usarlo nunca más con tales fines, los cuales no son crear vida.

Antes de acabar esta intervención, el chico exclama “estás como una puta cabra. Adiós”, y cuelga. Pero ella sigue hablando:

Me vuelvo a mi planeta. No puedo seguir en esta tonta galaxia sin corazón limitada por el tiempo y el espacio. Debo aprovechar la posición de vuestro también tonto satélite para volver a casa. Mi preciosa madre sin edad me ayudará en este viaje. Mis estudios aquí han terminado con su existencia, señor. Y cuando se dé cuenta de lo que ha perdido, mirará a su oscuro cielo sin estrellas, preguntándose dónde estoy, por qué no me creyó, habiendo deseado que le hubiese llevado conmigo; ¡y llorará! Llorará abrazando su sombra y falsa espiritualidad. Le amé anoche y le amo ahora, pero usted es más estúpido que el tiempo lineal. Aunque presumo que no es su culpa... las relaciones en este planeta están destinadas al fracaso. La Tierra en sí está destinada al fracaso. La vida es cualquier cosa excepto lo que he visto aquí. Le deseo buena suerte con todo, mi amor. Buena suerte con su inminente extinción.

12 nov 2015

La niña y la bosca

   El bosque la estaba perjudicando de alguna u otra forma que ella desconocía, pero desde hace un par de meses no para de pensar en él. No puede haber nada malo con la vegetación, pensaba. La fauna visible parecía también mansa para con los humanos, o al menos para con Laura. La fauna invisible ella no la veía, así que eso no la agitaba. Hasta hoy.
   Tragó medio litro de saliva falsa de gato que tenía oculta en su cómoda por algo relacionado con la vergüenza, cogió un trozo de cartón atado a una cuerda con un agujero del tamaño de un ojo y se adentró sola o acompañada en el oscuro bosque. Con el cartón acercado a su cara se acercó con sigilo a las partes que ella consideraba oportunas o aterradoras, para confirmar la existencia de alguno de esos animales invisibles que creían estaban molestándola malamente. Se tropezó con una rama rota porque no veía donde pisaba. En ese momento tras el agujero de su cartón resolutivo vio algo que parecía estar vivo o que parecía al menos moverse por alguna fuerza interna no mecánica. Tenía solo brazos, describía Laura en su diario. Unos doce. Doce brazos apelotonados uno encima de otros, con trozos de carne simulando manos. Eso a ella le daba miedo, así que se quitó el cartón, retrocedió y tropezó otra vez, cayendo. El cartón se dobló, así que ella imaginó que perdió su funcionamiento. No intentó volver a ponérselo en la cara, no le convenía. Se levantó lo más rápido que ella quiso, corrió a su casa y nunca más volvió al bosque. Al menos hasta mañana.

24 ago 2015

La colina de los cinco

   Llegada tal hora, además de que el sol empezaba a salir, casi toda la gente reunida para el evento gritaba y lloraba del horror o la melancolía. Otros se tiraban al suelo y reían a carcajadas incrédulos o locos. Había solo siete prismáticos que compartían como podían, sin respetar turnos ni espacios.

   Desde hace un par de semanas se sabía esta cosa, descubierta por un señor considerado loco o bruja por el 97% del pueblo. ¡Ese señor morirá mañana! Cinco personas a priori aleatorias aparecían caminando a una velocidad de 2km/h desde el punto A hasta el punto B, de 5:14 a 5:32 AM, coincidiendo con un árbol grande, tras el cual desaparecían sin dejar ningún tipo de rastro. Bajaban la colina en fila india, de la mano a lo mejor, o de las caderas: de las almas. Ese día y el día de ayer, y el de antes de ayer. Solo se veían desde tal angulación, desde tal distancia. Si te acercabas ya no les veías más, se desvanecían ante tus ojos como si fueran de arena o conjuntivitis. Si te alejabas tampoco les veías más. Si te desplazabas a los lados, adivina. Solo les veías desde ahí. Siete personas en estos catorce días intentaron correr colina abajo para reunirse con este grupo de cinco. La experiencia venía acompañada siempre de un dolor de cabeza fortísimo y un pitido inexplicable en el oído.

   Las cinco personas eran o no dependiendo de quienes las observaba. Eran cinco familiares muertos durante tu existencia, sonriendo, bajando la colina. Nadie estaba soñando, creemos: cinco personas de tu familia que habían fallecido, más o menos sobre la edad en la que murieron o cuando mejor los reconocías, sonriendo y agarrándose de la cadera del de delante, tuvieran relación entre ellas o no. Se sabía también que si quien observa es alguien que no conoce a cinco parientes muertos, pues el número se reducía. Veían a lo mejor a tres personas y ya está, no cinco. Si quien observaba era un niño y resulta que no ha experimentado la muerte, pues no veía a nadie.

   Mañana ya es hoy, y el señor ha muerto porque tenía que morir porque lo pone ahí arriba. Justo desde ese día ya nunca más ocurrió tal evento. Una anciana morirá pasado mañana de la pena por no poder volver a ver a su marido y a sus hermanas.

18 abr 2015

Magnetismo regular

Contra todo pronóstico la joven negativa, llena de magulladuras o heridas abiertísimas (dos), de las cuales ya se estaba recuperando sin casi percatarse, consiguió encerrarse en la sala de invitados falsa que realmente resultaba ser un hueco en la planta del edificio separado por muros (reales y densos, esos sí), materializados justo para ella ahora, junto con una puerta blindada con cerradura que abría una llave afilada enorme que, bueno, tenía ya en la mano desde que empezó el relato, por lo que sea. Los jóvenes positivos (se adivinaban más de cincuenta pero menos de cincuenta y dos), desde el segundo en el que se cerró la puerta, intentaban en vano fundirse con el aire para entrar por cualquier rendija o atravesar la puerta blindada a cabezazos o otras-partes-del-cuerpo-azos. Dieciocho de ellos se encontraban pegados a la pared colindante como con una suerte de pegamento extra fuerte. Tres de ellos expulsaban semen desde sus penes erectos casi a la par. Los tres penes apuntaban de una forma certera y perfecta a la matriz de la joven negativa, aun habiendo un muro de por medio.


La joven positiva al no poder soportar la presión abandonó nuestro estado de consciencia autoinduciéndose al sueño fatal (o también puede que se intentara clavar la llave, muy afilada y muy llave, en los ojos, vientre y pecho hasta acabar desangrándose).