5 jul 2011

Grön.

   En el tren. Dos desconocidas se sientan frente a frente, cada una esperando a bajarse en su parada. No hay nadie cuatro o seis asientos a la redonda, en las dos direcciones del vagón.

- Mi amiga Lou, que controla toda la pirotecnia de Alcalá, es rubia. Es una crack -las siguientes dos frases las dice susurrando y apretando los dientes-. Y su pelo no es teñido, como muchos dicen. La envidia les mata.
- ¿Y a mí qué me cuenta? No le he preguntado absolutamente nada.
- Es que merece la pena comentárselo, en serio. Y más que nada se debe que en lugar de echar dos cucharadas de café soluble a la leche hirviendo, me eché tres. Estoy hiper... Oiga, su cara me inspira confianza -mira el mechero de la desconocida con una profundidad de ojo poco normal-. Tiene usted un mechero verdaderamente fascinante, por lo que puedo deducir que es una amante del fuego. Igualito que mi amiga.
- No tiene gas.
- Vaya. Aun así, felicitaciones. Se trata de un diseño exquisito. El verde le va con su personalidad -saca del bolsillo dos cigarros verdes y espera una reacción sorpresiva de su compañera de asiento-.
- ¿Cómo lo sabe?
- El qué.
- Que el verde me sienta bien.
- Un simple detalle: su aura desprende tonos esmeraldas y no rubíes -se guarda los cigarros sin cambiar el gesto, ya que no ha conseguido nada-. Mi amiga Lourdes, por el contrario, ama y siente desde lo más profundo de su alma el color rojo en cualquiera de sus variaciones, y sin saber por qué. Qué cosas, ¿verdad?
- Yo me bajo aquí.
- Espere.
- Diga.
- Es usted bellísima, pero un poco estúpida también: faltan todavía dos paradas para Benacazón.
- ¡Cómo sabe que me bajo allí!
- Lo deduzco por su hablar. ¿Quiere un cigarro verde? -sacando nuevamente uno de los dos cigarros verdes.
- No fumo.
- ¿Y el mechero?
- El mechero qué.
- Que para qué lo tiene si no fuma. Y que sepa que es muy poco grato tratar con gente que no te devuelve la mirada -enfadada y pícara.
- Ah, es que me lo acaban de regalar...
- Adiós y encantada.
- Adiós.

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