3 jun 2011

Appla.

   Un señor mayor de barbas, muchas barbas y negras -de pie-, vistiendo dos gabardinas y con un saco enorme en el suelo, agarrándolo con su vida. En la cabeza lleva cuatro gorros de mejicano enormes, superpuestos. Mucho color. Una señorita pasa.

- Usted ha ganado un IPAD: en horas buenas.
- ¿Perdone? ¿Y a qué he jugado para ganarlo? Si se puede saber.
- A suertes: la suerte de estar aquí y no allí, ¿le parece poco?
- ¡¡Ave, suelte!! Intimidación. No le entiendo, además.
- Es bien sencillo. Yo soy una persona bellísima de alma, caridad diez, y ha pasado usted por la calle en el momento preciso. Me dio un ataque de generosidad y ya ve, me encuentro aquí, solitario, con un saco de IPADs y las ganas enormes de repartirlos a tocateja y aleatoriamente, si es posible. Es usted muy guapa, además.
- ¡Váyases!
- Si se está dando cuenta yo no la estoy reteniendo, y  en ningún momento lo pensaba hacer... -empieza a susurrar, para él- Pero qué guapa es, Dios mío -le roza la cara con la mano y la pierna con el pene-.
- Me está intimidando una barbaridad pero Apple ocupa en mi vida un lugar importantísimo. Menos lugar estaría bien también.
- En su vida Apple es fuerte, ¿verdad? ¿Cuántos quiere?
- Me siento sucia pero póngame diez o dos.
- ¿A qué nombre? -saca una servilleta y un lápiz roidísimo.
- Al mío.

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