Señora disfrazada de Batman y otra vestida normal.
— María Jesús, ¿pretendía ser graciosa? Dígame.
— María Jesús, ¿pretendía ser graciosa? Dígame.
— ¿Y Robin? –risas– No, no sé de qué me habla, vecina, lo siento.
— Baje el tono y el sarcasmo.
— Los tengo ya bajos, desde luego más que su arrogancia.
— Pues los baja más, no vaya a ser que me vuelva yo aquí loca y pague usted la consecuencia.
— Está ya loca de antes, vecina. Y dígame ya qué le pica, que llevo un poco de prisa.
— No se haga la pánfila —atenazándole el brazo y enseñándole un trozo de cartón atado a una cuerda—. Sé que en algún momento de la mañana ha cogido mi iPad y ha borrado todas las películas que había. A maldad.
— Está usted muy sola, Josefina, sin hobbies ni nietos que la entretengan. Es muy normal que le de tiempo a inventarse esa cosa y mil más. Y si por usted fuera yo sería la responsable de la mayoría de sus males. Aparte, eso no es un iPad, es un cartón.
— Yo tengo lo que yo quiera. Y usted es Hitler –la deja ir–.
— Vale –yéndose–. ¡La cita con su psiquiatra es a las cuatro de esta tarde! Recuérdelo. Un saludo.
— ¡No invente tanto y tenga cuidado al salir! Antes me atacó una cebra.
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