21 dic 2010

Bonata.

- ¿Hola?
- …
- ¡¿Hay alguien?!
- … Perdone, pero se ha confundido.
- Todavía no le he dado ningún nombre así que no me he podido equivocar.
- Ya, pero su voz ya desde el principio no me está sonando.
- ¿Está Ele?
- Encantada. Sí, ¿por qué? ¿Cuál es su nombre?
- Manuela Realidad. Es que verá... supongo he hecho inundar el techo de su piso porque me he dejado de casualidad todos mis grifos abiertos. Pero vamos, que ya los he cerrado. ¿Vive usted con ella?
- Yo no vivo. Con ella, me refiero. Yo vivo un poco más lejos: yo vivo al lado de su casa. Y Ele no está. No está todavía, pero a lo mejor llega dentro de poco.
- ¿Pero entonces no he llamado a su casa? ¿Sabe algo de lo de las goteras?
- Yo ya le dije antes que se había equivocado de número... pero usted no quiere escuchar.
- Por favor, entonces... ¿sabe algo de lo de las goteras?
- Yo lo sé prácticamente todo. Escúcheme, -pone voz de negocios- está ahora en el banco arreglando asuntos, así que todavía no se habrá podido enterar. Pero si quiere yo la llamo y se lo comento. Yo soy muy de llamar y dar noticias, ¿me entiende? ¿Me está entendiendo?
- Mire... llevo prisa. ¿Sabe si el piso está con goteras o no?
- Bonata, yo solo puedo decirle que huelo a humedad desde aquí. Si quiere me paso por su casa ahora y se lo cuento, porque yo tengo las llaves. Tengo las llaves de medio bloque. Le puedo decir cuántas manzanas tiene usted en el frutero... ¿se lo digo? En qué piso vive, ¿arriba de Ele?
- Tiene usted la mente muy ágil. Y sobre lo que acaba de decir... estoy tramitando mentalmente la denuncia que voy a ponerle.
- Pues no vaya usted tan rápida porque todo lo que acabo de decir es mentira. ¡Soy una bromista! ¡Alegría, alegría! -Confeti-
- Creo que voy a colgar. No me ha ayudado en nada. Y ya me habían advertido que usted solo habla mentiras.
- ¡Espere!
- Qué.
- Que aquí no vive Ele, que de verdad que se ha confundido usted. Su número es otro. SU NÚMERO ES EL DOS.
- Adiés.

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