6 abr 2010

Buenas tardes, siñora.

   Este mediodía al llegar al supermercado me lo trobé todo llenísimo, pero hice el esfuerzo. Iba a comprar solo yogurts, yogures o yogurtes, por eso digo lo del esfuerzo. Al ponerme en la cola para pagar una señorita de veintiqué que no era de aquí me dijo en andaluz "Hola. Yo voy aquí, ¿vale?" Le dije sí, pero igualmente le podría haber dicho canoa. Canoa o peluquería, ya que no me iba a escuchar. Nada más terminar de decirme eso se largó a seguir comprando. Soy su turno. ¡Yo soy su turno! Y mi labor como turnista consistía (creo, ya que lo he aprendido hoy) en avisar al que se pusiera detrás de mí en la cola de que ya hay alguien ahí. Pero yo me quería desentender. Yo solo quería comprar los yogurts e irme rápido. "¿Quién es la última?" Una señora de cincuentaý lo soltó advirtiendo, oculto tras la pregunta, aunque no lo supiera, que a ella le daba igual realmente si la última persona de la fila fuera un hombre o una mujer. Y la última, según su criterio de observación, era yo. Pero resulta que soy un chico. Le respondí igualmente, para adornar con la borla el abeto. "Hay una mujer que no está aquí pero va detrás de mí" Lo hice bien, ¿no? Es mi primera frase como turnista. Aunque parece algo mística, como una de las dramatizaciones tan logradas de Cuarto Milenio. "Ah" Respondió en alemán. Adelantó un paso igualmente, porque aunque ahí haya un hueco ocupado en ánima por una señora que al igual ahora estaba en los congelados, allí no había nadie, como digo. Y de hecho ni había ni la habría, según las pistas que me dió la señora de atrás con su cara. Decía a bajas con el sentido y corazón "pues yo tengo prisa".
   Mientras, la cola avanzaba. Resoplidos y joderes sonaban a mis espaldas, pero yo tan cuco. Al poco vino otra señorita jurando con sus ojos que detrás de mí iba ella. Me dió las gracias por no sé qué. Tan convencida estaba de lo que iba a hacer, que lo terminó haciendo. Se colocó a mi espalda con la cesta a medio llenar. La señora de atrás ni lo consintió ni lo haría:

- Hola.
- Hola.
- ¿Por qué te cuelas?
- No, no. Mi amiga guardó el turno después de este chico. (Algo tenía que ver esa señorita con la otra, ya me parecía a mí. Ah, y son rumanas. Las dos.)
- Pues si no estabas yo me voy a poner aquí.

   Y se puso. La chica que perdió se fue atrás. Eso es así. Terminó la inmensa cola de gente y me tocó pagar al fin. Espero que la muchacha que me pidió cuidarle el sitio no me eche maldiciones poderosas por no haber hecho bien mi tarea.

4 comentarios:

  1. Y las cartas falsas? Ö
    Yo he venido aquí a leer réplicas imaginarias.

    De todas formas, ir al supermarket es siempre una aventura si vas solo ._.

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  2. la culpa es de los yogures, que lo sepas

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  3. Pel que fa al problema lingüístic dels iogurts, si compressis "natillaS" no tindries aquest dilema.
    Pel que fa a la metafísica de guardar torn de persones no presents, coses pitjors han ocorregut al sud de Despeñaperros ... esperant l'autobús, una dona d'edat menopàusica em va preguntar que si la parada on esperàvem existia ... "sí" va ser la meva resposta ia dia d'avui em segueixo sentint segur d'ella.

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