— ¿De verdad es usted consciente del peligro que corremos entrando en Lugar Abandonado 1 a esta hora? Y sin permisos.
— Soy muy consciente. Más de lo que debería.
— Lo intuyo en su hablar. Rezuma cobardía por sus jóvenes poros: no engaña a nadie.
Las dos dentro, en la oscuridad.
— Dígame: ¿cree usted en los fantasmas, Joven 1?
— Creo más en los marcianos y en el paro. Pero le tengo a todo más o menos el mismo respeto.
— Que es ninguno, imagino, ¿cómo puede orinarse en este sitio lleno de almas en pena atrapadas? Huele desde aquí.
— Estoy orinada.
— No lo jure.
— Lo siento. Es que está muy oscuro y con esa linterna solo enfoca a las zonas que yo considero terroríficas.
— ¿Se refiere por ejemplo a esa mecedora del siglo XVI con esa casual Ana Botella en pena, desnuda, meciéndose sobre ella?
— ¡¡Aah!! —orín—. Apáguela.
— En la oscuridad habita la terror.
— ¡Pues enfoque al suelo!
— ¡Pues enfoque al suelo!
— Es que el suelo es de cobardes.
— ¡¡Me voy por la puerta!!
— Mejor.
— ¡¡Me voy por la puerta!!
— Mejor.